Durante los últimos días entrar a Twitter o a Facebook y visitar los perfiles de los compañeros de profesión se está convirtiendo en un auténtico suplicio: despidos en los periódicos del Grupo Joly, el cierra de Canal 2 Andalucía (sí, ya sé que no habrá despidos, pero que le pregunten a los redactores que están en la bolsa de trabajo de esta casa cuánto llevan sin trabajar), ERE en el grupo Prisa, el que hubo en El Mundo en junio y que yo padecí en carne propia.
La sensación es que el periodismo se derrumba, que precisamente ahora cuando más necesario es un periodismo fuerte, vigilante con el poderoso, es cuando se están desintegrando los medios de comunicación. ¿Qué ha pasado durante estos años? Por supuesto está la caída de los ingresos por publicidad, tanto la institucional como la empresarial. Y la dichosa crisis. ¿Pero, al margen de las decisiones estrictamente empresariales, hay algo que hayamos hecho mal los periodistas? Yo creo que sí.
Hemos aceptado que el periodismo que hacemos está al servicio del poderoso, de la institución política. Todos sabemos de ruedas de prensa que "hay que cubrir" porque la da tal o cual institución que mete miles de euros en publicidad en determinado medio y con la que es preferible no tener problemas, lo que se traduce en no ser críticos con ellas. Los periodistas aceptamos ir a comparecencias sin preguntas, lo que viene siendo ir a la lectura de comunicados de prensa y lo que es el anti periodismo. ¿Cómo me puedes convocar a una rueda de prensa si después no me vas a dejar preguntar? Yo es algo que ni he entendido ni entenderé nunca. También hemos tolerado que los gabinetes de comunicación de las instituciones públicas, sí, esos que pagamos todos, se vuelvan cada vez más opacos y que en lugar de a facilitarnos información a lo que se dediquen sea a taparla o a filtrársela al medio que a ellos les interesa.
La consecuencia de todo esto es que los periódicos se han vuelto cada vez más uniformes. Sólo hay que hacer un ejercicio matutino para darse cuenta: desayunar con varios periódicos de papel durante un par de días seguidos. Creo que no me arriesgo si afirmo que el 90 % de las informaciones que contienen son las mismas. Lo único que cambia es el enfoque y a veces ni eso.
La excesiva dependencia de la agenda del día, de esas ruedas de prensa en las que "hay que que estar", el gusto por el periodismo de declaraciones y lo que yo denomino el 'síndrome del F5', que es pasar buena parte del día dándole a ese botón en el teclado de nuestros ordenadores para actualizar la información de las agencias de noticias son factores que han contribuido a esa uniformidad. También está, por supuesto, la merma de las plantillas: cuanta menos gente hay en un periódico, menos temas propios pueden salir a la luz, eso está claro, y más hay que tirar de las agencias. Es una pescadilla que se muerde la cola, no cabe duda. Y también está la dichosa precariedad. Sí, todo eso existe y es un gran lastre, pero, a pesar de todo eso, creo podríamos haber hecho un periodismo mejor del que hemos hecho.
Otro de nuestros 'pecados', por así llamarlos, ha sido no comprender el poder de internet. Hay compañeros que no se han dado cuenta de que el futuro está ahí, en la red, pero que requiere una información diferenciada. No es lógico volcar cada mañana por sistema el contenido del periódico de papel en internet. ¿Qué valor añadido le das así al comprador del papel? Y sí, habrá lectores que prefieren tener en sus manos el periódico físico, pero la gente no es tonta y hay en un momento en el que el castillo se derrumba por su propio peso. "¿Por qué voy a pagar cada mañana por algo que me encuentro gratis al encender mi ordenador y sin salir de casa?", se habrá preguntado, y con razón, más de uno.
Por no hablar del recelo que en algunos compañeros causa la irrupción de internet en el mundo del periodismo. Sí, es un engorro ir a una rueda de prensa y, justo cuando termina, mandar un para de párrafos a la redacción para que salga en el digital. Y después, ya con tiempo, profundizar un poco más en el tema y darle un enfoque no tan informativo, sino más analítico. Es un engorro porque supone más trabajo, claro. También es una fastidio tener que editarse las noticias en internet, pero en internet es justo donde más hay que editarse las noticias por el mundo de posibilidades que te ofrece: el mero hecho de poder usar los enlaces para ampliar las informaciones las enriquece hasta límites insospechados y convierte a una noticia en una especie de tela de araña a tejer por el periodista, no por el becario que está editando para la web.
Una vez hecha la autocrítica, ¿hay futuro para los periodistas? ¿Hay algún tipo de esperanza para seguir ejerciendo esta profesión? Yo estoy convencida de que sí. En una charla en la Facultad de Ciencias de la Comunicación hace unos meses mi mensaje para los estudiantes fue precisamente éste, que sí que hay futuro para el periodismo, pero no para el periodismo tal y como lo entendemos ahora. Yo creo que ese futuro pasa por la especialización y en hacerse con una cartera de colaboraciones lo suficientemente grande como para poder vivir.
Si cada vez hay menos periodistas en las plantillas, cada vez será necesario tener más colaboradores externos. ¿Que esto supone volver a la precariedad? Pues es posible, pero aquí es donde tiene que entrar la imaginación, la vocación y el emprendimiento: estoy segura de que hay nichos que ni nos imaginamos que están ahí y que se explorarán en los próximos años gracias a esta situación tan puñetera por la que atraviesa la profesión.
De hecho, ayer en Twitter algunos compañeros debatían por dónde iba el futuro y apuntaban a que la revolución del periodismo podía venir de los propias periodistas, mediante la creación de periódicos digitales. Pues sí, ésa puede ser una salida, no cabe duda. Algo para mí esperanzador es el potencial de internet: cuando yo empecé a trabajar en 1996 ni por asomo podía imaginar que algún día llegaría a existir un medio de comunicación tan potente, en el que se puede integrar texto, imagen y vídeo, con posibilidad de enlazar a todas las informaciones previas que quieras y con unos contenidos que se pueden compartir de forma ilimitada. Ese potencial tenemos que aprovecharlo. No nos queda otra si queremos seguir en la profesión.